Como diseñador, presto especial atención a los diseños que me rodean. Tanto yendo de compras como caminando por la calle, la tipografía en los paquetes o en los escaparates siempre me llama la atención. Analizo qué hace que esos diseños funcionen, en qué fallan y cómo se podrían mejorar. Esta costumbre se podría considerar una afición particular —o incluso una pequeña obsesión— muy común entre diseñadores.

Más allá de eso, el diseño ha impactado mi vida de muchas maneras. Por ejemplo, mis hijos saben que soy diseñador, les he mostrado las tipografías que he creado y he compartido mi trabajo con ellos. A veces, mientras ven la tele o están picando algo, reconocen uno de mis diseños de tipografía y me lo señalan emocionados. Como diseñador, verlos orgullosos de lo que hago resulta muy interesante y gratificante.

En la universidad, cuando comencé a estudiar diseño, no recuerdo mi primer trabajo, pero sí recuerdo con mucho detalle el primero por el que cobré. Fue un logo que presenté a un concurso, lo gané y recibí 40 yuanes por ese proyecto, dinero con el que invité a mis compañeros de cuarto a comer. Fue la primera vez que gané dinero con mis habilidades como diseñador.